Al leer este libro he tenido la mágica sensación de
retroceder 30 años y estar viendo de nuevo los episodios de La Casa de la
Pradera o las Aventuras de Tom Sawyer, aquellas series que pusieron en televisión
en los años 80 y que seguro todos recordaréis.
Un extracto del libro:
"Por primera vez me fijé en esas marcas que veía a
diario: entre la hierba los surcos se dispersaban hacia cada hogar donde había
un niño, y convergían todos justo en aquel punto del patio donde me hallaba
inusitadamente sólo. Pasarán más de mil años antes de que me olvide de ese
sentimiento, la certeza que tuve en ese instante de que aquella escuela rural
era el centro de nuestras vidas: su poder se extendía más allá de los alumnos
que esa mañana habíamos respondido a la azarosa lista de Morris, aunque fuéramos
el componente primario del aula, esos pollitos de campo a los que tanta falta
nos hacía la educación.
Todas las personas que conocía habían invertido algo en esa
pequeña escuela. Papá y otros hombres de Marias Coulee habían levantado el
verano anterior la casita del maestro y ellos mismos habían construido la
escuela, que ya empezaba a envejecer, a la llegada de los primeros colonos. Cada
mañana, las madres, con el corazón y el alma en vilo, hacían montar a sus
pequeños, que no les llegaban a la cintura, en unos caballos para que cabalgaran
durante kilómetros.
Una parte de la vida de todos estaba
ligada al cuadrado solitario del patio del recreo, a esa pequeña parcela del
horizonte".
En este otro párrafo nos describe una de
las virtudes de la escuela unitaria:
“Morris había descubierto una cualidad central de
la escuela unitaria: la porosidad entre los cursos permitía que una lección
impartida en voz alta y clara a un grupo de estudiantes se abriera paso a los
otros grupos. Constaté que Toby e Inez aguzaban los oídos cuando los del curso
siguiente tenían clase de ortografía”.
Os la recomiendo a todos, pero especialmente a los que tengáis alguna relación con el mundo rural o con la enseñanza. Y si se dan en ti las dos circunstancias, entonces doble motivo para leer –y disfrutar- este libro. También se la recomiendo encarecidamente al protagonista del post anterior, el consejero de Educación de la Junta de Castilla-La Mancha, el señor Marcial Marín. Quizá leyéndola entendiera mejor lo que son y, sobre todo, lo que suponen, las escuelas rurales.
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