viernes, 27 de marzo de 2009

Verdades de ayer y de hoy

Hace unos meses tuvo lugar el acto de entrega del Premio Internacional Abogados de Atocha, premio creado por la Junta de Castilla-La Mancha para reconocer a aquéllos que destacan especialmente en la lucha por la defensa de los valores democráticos. En esta edición el premio recayó en Manolo López, un destacado abogado laboralista fallecido hace unos años.

Es ese acto intervino el cantante extremeño Luis Pastor, que dijo lo siguiente:

"Cuando se reescribe la historia, y en este país se reescribe constantemente, tanto de la música como de la política, creo que se olvida con frecuencia el altruismo, la solidaridad, la entrega de horas y horas de la vida de cada joven de aquellos años hacia el bien colectivo, hacia la comunidad. En el discurso de Obama del otro día creo, que si hay algo positivo que entresacar, quizás es la llamada otra vez a la sociedad civil para que se responsabilice, para que sea generosa, para que no nos quedemos en nuestros sillones apretando los botones de nuestros mandos a distancia, para que decidamos que la vida no es sólo tener y tener y tener, que la vida sobre todo es ser.

¿Qué fue de los abogados, qué fue de los movimientos sociales, de los movimientos vecinales, de todo ese tejido social que hay que recuperar para que un país crezca, para que un país avance y, sobre todo, para algo que se olvida desde la política, que es la felicidad?".


Estoy totalmente de acuerdo con él. Creo que olvidamos y no valoramos lo suficiente a todos esos jóvenes que lucharon por conseguir acabar con la dictadura franquista y porque a nuestro país llegará la libertad y la democracia. Hombres y mujeres que sacrificaron su tiempo, su tranquilidad, incluso su propia integridad, que se jugaron el cuello para conseguir un país mejor, perteneciendo de forma clandestina a un sindicato o a un partido político, acudiendo a una manifestación, haciendo una sentada, repartiendo propaganda, escribiendo un poema o una canción. Personas a las que debemos mucho y a los que muchas veces se nos olvida darles las gracias.

De este agradecimiento excluyo, por supuesto a aquellos ‘luchadores’ que al llegar la democracia y conseguir algún puesto público importante, olvidándose de aquello que pregonaban, se dedicaron a utilizar el poder en beneficio propio, a favorecer al amiguete, a trincar la comisión, llegando a convertirse en seres tan despreciables como aquéllos contra los que luchaban apenas unos años atrás. Desearía que esos personajes ahora, al mirarse al espejo del lavabo y ver en lo que se han convertido, se les cayera la cara de vergüenza o el espejo en la cabeza, pero desgraciadamente me temo que tanto lo uno como lo otro es harto improbable. Incluso más lo primero que lo segundo.

Mi agradecimiento sí va para los que llegaron al poder pero supieron mantenerse firmes en su convicciones y no perdieron por el camino el sentido de la justicia y los valores democráticos por los que lucharon. Pero más aún para los que desde el anonimato lucharon y arrimaron el hombro para conseguir que España se convirtiera en un país libre y democrático.

A continuación os pongo el poema que recitó Luis Pastor en ese acto. Merece la pena leerlo porque creo que describe muy bien la historia reciente de nuestro país, el fin de la dictadura y los años de la transición.



¿Qué fue de los cantautores?

Éramos tan libertarios,
casi revolucionarios,
ingenuos, como valientes;
barbilampiños, sonrientes
—lo mejor de cada casa—
oveja negra que pasa
de seguir la tradición
balando a contracorriente
de la isla al continente
de la nueva canción.


Éramos buena gente,
paletos e inteligentes,
barbudos estrafalarios,
obreros, chicos de barrio,
vanguardia del proletario,
’progres’, universitarios,
soñando en una canción
y viviendo la utopía
convencidos de que un día
vendría la Revolución.
Aprendiendo a compartir
la vida en una sonrisa,
el cielo en una caricia,
el beso en un calentón.
Abriendo la noche de día
fuimos sembrando canciones
y en esta tierra baldía
floreció la poesía
y llenamos los estadios
y en muchas fiestas de barrio
sonó nuestra melodía.
Tardes y noches de gloria
que cambiaron nuestra historia.


Y este país de catetos,
fascistas de pelo en pecho,
curas y monjas serviles,
grises y guardias civiles,
funcionarios con bigote
y chusqueros con galón,
al servicio de una casta
que controlaban tu pasta
tu mente y tu corazón.
Patriotas de bandera,
españoles de primera,
de la España verdadera
aquella tan noble y fiera
que a otra media asesinó
brazo en alto y cara al sol
leales al Movimiento
a la altura y al talento
del pequeño dictador
que fue Caudillo de España
por obra y gracia de Dios.
Toreando en plaza ajena
todo cambió de repente
los políticos al frente
y de comparsa el trovador.
Se cambiaron las verdades:
"tanto vendes, tanto vales".
Y llegó la transición:
la democracia es la pera,
cantautor a tus trincheras
con coronas de laureles
y distintivos de honor,
pero no des más la lata
que tu verso no arrebata
y tu tiempo ya pasó.
¿Qué fue de los cantautores?
preguntan con aire extraño
cada cuatro o cinco años
despistados periodistas
que nos perdieron la pista
y enterraron nuestra voz.
Y así vamos para treinta
con la pregunta de marras
tocándonos los cojones.
Me tomen nota señores,
que no lo repito más:
algunos son directores,
diputados, presidentes,
concejales, profesores,
mánagers y productores
o ejerciendo asesoría
en la Sociedad de Autores.
Otros están y no cantan,
otros cantan y no están.
Los hay que se retiraron,
algunos que ya murieron
y otros que están por nacer.


Jóvenes que son ahora
también universitarios,
obreros, chicos de barrio
que recorren la ciudad.
Con un CD bajo el brazo,
la guitarra en bandolera,
diez euros en la cartera,
cantando de bar en bar.
O esos raperos poetas
que en su panfletos denuncian
otra realidad social.


¿Y mujeres? Ni se sabe.
Y sobre todo si hablamos
de las primeras gloriosas
que tuvieron los ovarios
y el coraje necesarios
de subirse a un escenario
de aquella España casposa.
¿Qué fue de los cantautores?
Aquí me tienen señores
como en mis tiempos mejores
dando al cante que es lo mío.
Y aunque en invierno haga frío
me queda la primavera,
un abril para la espera
y un gran do la en el corazón.
¿Qué fue de los cantautores?
Aquí me tienen señores
aún vivito y coleando
y en estos versos cantando
nuestras verdades de ayer
que salpican el presente
y la mierda pestilente
que trepa por nuestros pies.
¿Qué fue de los cantautores?
De los muchos que empezamos,
de los pocos que quedamos,
de los que no se vendieron,
de los que no claudicaron,
de los que aún resistimos:
aquí estamos.


Cada uno en sus trincheras
haciendo de la poesía
nuestro pan de cada día.

Siete vidas tiene el gato
aunque no cace ratones.
Hay cantautor para rato.
Cantautor a tus canciones,
Zapatero a tus zapatos.


Y os dejo un vídeo de la canción Mariposa de Noviembre, también de Luis Pastor:

Los jueves, regalo


Decididamente los jueves no son mi día de suerte. Si el jueves pasado me regalaron el dibujo de una mierda, hoy me han regalado algo bastante peor, una multa de tráfico. Por lo menos el dibujo me lo regalaron con cariño y no me costó un pavo, pero este nuevo regalo, además de que no encuentro en él ningún tipo de afecto, más bien todo lo contrario, me va a costar 90 eurazos. Bueno, 63 si no recurro y pago en 15 días.

¿El motivo de la receta? Un pequeño desconchón en la matrícula. O en lenguaje 'benemérito' "Llevar placas de matrícula que no son perfectamente visibles y legibles". Art. 49.1 opción 1A del Reglamento General de Vehículos.

Y suerte que han considerado que el desconchón no lo había provocado yo para evitar así ser identificado por los radares, que si no me hubieran aplicado otro artículo más duro, el art.18. 3, "Circular con el vehículo cuya matrícula no es visible por haber sido alterada, eludiendo la vigilancia del tráfico", agraciado con 150 € de sanción económica y la retirada de 2 puntos del carné de conducir.

Pero, vamos, viendo mi cara de pardillo y mi súper moto, con aspecto de no pasar de 80 ni cuesta abajo, la aplicación del artículo 49, el más suave de los dos, estaba cantada. Lo contrario hubiera sido más propio de bandoleros o de pájaros como el de la foto. Por suerte no fue el caso, el guardia civil que me paró fue bastante correcto.

Pues nada, sólo espero que el próximo jueves cambie mi suerte y no me regalan nada, ya he tenido bastante.

jueves, 19 de marzo de 2009

El Día del Padre: regalazo

Éste es ya el cuarto Día del Padre que me coge como tal y, por tanto, como titular del derecho a recibir regalos. Lo que pasa que, como hasta ahora mi hija había sido muy pequeña, nunca me había regalado nada. Hasta este año, que me ha hecho un regalito. Y no veáis que regalito.

Tengo que reconocer que yo este año estaba ilusionado con recibir un regalo. Como ahora Lucía ya va al cole, estaba seguro de que su seño les pondría la tarea de hacer un regalo para sus padres, un dibujo, un recortable, una manualidad. Es más, el martes, cuando vino del cole y dijo que no había tenido psicomotricidad -gimnasia en cristiano-, como todos los martes, pensé, "date, eso es porque están preparando el regalito", y para salir de dudas se lo pregunté a Lucía "A lo mejor no habéis tenido psicomotricidad porque estáis preparando un regalito a los papás, ¿eh, cariño?" Y me dice, muy seria, "No, papá, no estamos haciendo ningún regalito". Que yo, confiado, pensé, "hay que ver como disimula, que bien se hace la tonta la jodía, ha salido a su padre".

Pero que va, no estaba disimulando, decía la verdad, no habían preparado ningún regalo. No sé si será que su seño ha tenido un lapsus y se ha olvidado de que era el Día del Padre o que, por cumplir con la obligación actual de ser tan políticamente correctos, haya decidido no hacer ningún regalo “oficial” para no herir la sensibilidad de aquellos niños que por desgracia no tengan padre. El caso es que no han preparado nada.

Y entonces, Eva, viendo que este año yo estaba ilusionado con el tema de recibir un regalo, la dijo a Lucía que me hiciera un dibujo. Y la niña, como pintar la gusta mucho, pues encantada con la idea. El problema es el tema elegido, que en lugar de recurrir a los clásicos, un paisaje, unos pajaritos, un sol, unos niños jugando, un perrito, etc. la ha dado por ser, como diría yo, más innovadora, más creativa, más vanguardista. Y dando una nueva muestra de su sorprendente inteligencia me ha hecho un dibujo con en el que ha captado perfectamente el sentido de esta celebración. Me ha dibujado una mierda. Y no estoy hablando en sentido figurado, no quiero decir que el dibujo sea flojete, que le haya salido mal, que sean cuatro rayajos, que sea regulero. No. Es que realmente me ha pintado una mierda. Con su mosca y todo.


Y no seáis mal pensados y creáis que es que el tema lo ha elegido mi mujer, que no van por ahí los tiros. Al contrario, me consta que ella ha insistido para que me dibujara otra cosa, pero la niña que no, encabezoná, que le quiero dibujar una mierda a papá y que le quiero dibujar una mierda a papá. Tócate los cojones, maripuri.



Así que, aquí tenéis, amigos, mi primer regalo oficial como padre, una mierda. Yo no entiendo una ídem de psicología infantil, pero, vamos, creo que el mensaje lanzado por mi hija no puede ser más claro. Yo siempre había pensado que Lucía, tanto en el físico como en el carácter, se parecía a mí, pero aquí veo que ha salido a su madre, porque eso de mandarme a la mierda es muy de su madre.

(Estaré al tanto para el Día de la Madre, como venga del cole con un regalito para su mamá la vamos a tener su seño y yo. Ya está bien de tanta discriminación positiva y tanta leche, cojones)

viernes, 13 de marzo de 2009

Un estupendo viernes 13

Hoy tenía previsto hablar de política, de lucha, de represión, de corrupción, de decepciones, pero...¡qué leches, acabamos de venir de Disneyland París, es viernes, hace un sol espléndido y mi súper cuñada María acaba de quedar la nº 1 en su oposición! Así que cambio de planes, un par de fotos de nuestro viaje y una canción que me encanta.


Para Isa, José Luis (Peli) y Álvaro, que cumplen años este finde y, por supuesto, para mi María "Number One", que se lo merece, por todos los sacrificios hechos durante estos años de preparación de su oposición.

Lori Meyers, Luces de Neón.









martes, 3 de marzo de 2009

Manos para cogerte

Hoy es 4 de marzo, un día muy especial para mí porque Lucía, la personita más importante de mi vida, cumple años. A pesar de que ya han pasado cuatro años y a pesar de mi mala cabeza -os juro que tengo el disco duro cada vez más regulero- recuerdo ese día perfectamente...

A primera hora de la mañana del 4 de marzo del 2005 Eva entró en el quirófano donde la iban a practicar la cesárea. Ésta venía motivada porque a la buena de nuestra hija la había dado por colocarse al revés, es decir, de nalgas, y sobre todo porque su crecimiento, según indicaban las innumerables ecografías realizadas en el tramo final de embarazo, estaba siendo inferior al normal, lo que técnicamente se denomina CIR (Crecimiento Intrauterino Retardado). Esto último añadía unas dosis adicionales de nerviosismo a las ya propias de un parto normal.

Mientras Eva estaba en el quirófano y, obviamente, soportaba la parte más dura del proceso -como una campeona, por cierto- yo, como todo padre, cumplía con mi papel, más cómodo, aunque también pesado: el de esperar. En un frío pasillo, enfundado en una bata de gasa verde, con un gorro y unas pantunflas a juego, rodeado de colegas de espera y vestimenta.

Tras una espera no excesivamente larga salió una enfermera y dijo familiares de Eva Sánchez-Cañete”. Yo me acerqué a ella, pensando que me iba a decir algo del tipo “ya ha nacido su hija, todo ha ido bien, en unos minutos podrá pasar a verla”. Pero en cambio lo que en realidad me dijo a bocajarro fue “ésta es su hija”. Os juro que hasta que no dijo eso no me di cuenta de que llevaba “algo” entre los brazos. La enfermera, al apartar levemente la manta que la envolvía casi por completo, me permitió ver a mi hija por primera vez.


Esa breve pero inolvidable primera visión de la pequeña carita de Lucía me hizo sentir dos cosas. Por un lado, alegría y alivio, porque comprendí que todo había ido bien y que la niña se encontraba perfectamente. Y, en segundo lugar, algo muy extraño, sentí que estaba viendo a alguien que ya había visto con anterioridad, no tuve la sensación de estar viéndola por primera vez. Me resultaba enormemente familiar, era un poco como verme a mí mismo.


La enfermera me rescató de este atontamiento diciéndome que había salido todo bien y que la niña estaba perfectamente, pero que por protocolo hospitalario, como pesaba menos de 2.500 kg, había que subirla a la incubadora. Ya dentro del ascensor que nos conduciría a la planta de Neonatología me preguntó si quería cogerla y yo, cagadito, contesté que no, que mejor la siguiera llevando ella.


La segunda vez que pude ver a Lucía fue unas cuantas horas más tarde, cuando me permitieron pasar por primera vez a la incubadora donde estaba. No me atreví a cogerla, me daba pánico. Me quedé todo el rato, la media hora que permiten pasar a los padres a la sala de las incubadoras, agachado a su lado, observándola, acariciándola suavemente con mi mano y hablándola en voz muy bajita.

A la tercera fue la vencida, en la siguiente ocasión que pude entrar a ver a Lucía a la incubadora por fin me atreví a cogerla. Con muchos nervios y más torpeza, todo hay que decirlo. Recuerdo que Amparo, la bisabuela de Lucía, que estaba al otro lado del cristal, me gritaba “¡La cabeza, sujétala la cabeza!”...

Es curioso lo difícil que resulta coger a un bebé por primera vez. A pesar de ser una cosa tan pequeña sientes que te faltan manos. Además, yo pensaba que la capacidad para sostener la cabeza venía de serie en los bebés, como la dirección asistida o los elevalunas eléctricos en los coches, pero rápidamente comprobé que no.

Ése quizá fuera el primer aprieto en el que me he visto como padre. Hoy, cuatro años después, me sigue poniendo ocasionalmente en aprietos, me siguen faltando manos para cogerla correctamente. Anteayer, sin ir más lejos, me lanzó la siguiente pregunta-bomba: "Papá, ¿a qué no se pueden casar dos hombres?"

En fin, podría seguir escribiendo y escribiendo sobre Lucía, pero termino porque creo que ya habéis tenido suficiente ración de papá pastelón por hoy y estoy poniendo el teclado perdido de tanta baba.


Este post, como no podía ser de otra manera, va para las dos principales protagonistas de la historia y de mi mundo raro, Lucía y su mamá, Eva. Pero además se lo quiero dedicar a mi tío Carlos, el hermano de mi padre, que falleció sólo unos días antes de que naciera mi hija. Utilizando una frase con la que el escritor catalán José María Gironella, en su libro "Condenados a vivir", describía a la perfección una situación similar a ésta, en la que un nacimiento de una nueva vida coincide en el tiempo con el fin de otra vida cercana, cierro el post: "Es la vida, que se sucede a sí misma".


¡FELICIDADES, LUCÍA!



(Gracias por las fotos, Bea)