El “culpable” de este pequeño milagro ha sido León Felipe. Ayer de casualidad me topé con unos versos suyos y me encantaron, así que, aprovechando que tenía que subir a la biblioteca con Lucía, saqué una antología de su obra.
Por cierto, que como en la Biblioteca Regional de Castilla-La Mancha están celebrando su X aniversario, había por allí varios actores caracterizados de famosos personajes literarios, y a Lucía, que estaba enredando tras una estantería, se puso a recitarle unos versos a bocajarro un risueño don Juan, mulato, de metro noventa y con una boca que parecía la boca de metro de Sol. Lucía, pálida, salió como un rayo a esconderse detrás de mis piernas. No lloró de milagro. Vamos, que su primer encuentro con los clásicos no ha sido muy satisfactorio, espero que no se me haya traumatizado. Lo que estoy pensando es que podía haber aprovechado para pedirle el teléfono a don Juan para que se pase por mi casa cuando la peque se porte mal…
Bueno, volviendo al tema, que me voy por las ramas, os decía que saqué la Antología Poética de León Felipe. Con dos huevos. Y, sorpréndanse, anoche leí las 100 primeras páginas. Y, seguimos con las sorpresas, me gustaron. Y me gustaron mucho. No sé si será cosa de la edad, la llegada del otoño o un efecto colateral del cambio climático, pero parece que se ha despertado mi hasta ahora inédita sensibilidad poética.
Os dejo aquí el poema “Romero solo”, que es junto con “¡Qué lástima!”, el que más me ha gustado de los que he leído hasta ahora. Os pongo el texto y un vídeo de youtube con el propio León Felipe recitando el poema.
ROMERO SOLO
Ser en la vida romero,
romero sólo, que cruza siempre por caminos nuevos.
Ser en la vida romero,
sin más oficio, sin otro nombre y sin pueblo.
Ser en la vida romero, romero..., sólo romero.
Que no hagan callo las cosas
ni en el alma ni en el cuerpo,
pasar por todo una vez,
una vez sólo y ligero,
ligero, siempre ligero.
Que no se acostumbre el pie
a pisar el mismo suelo,
ni el tablado de la farsa,
ni la losa de los templos
para que nunca recemos
como el sacristán los rezos,
ni como el cómico viejo
digamos siempre los versos.
La mano ociosa es quien tiene más fino el tacto en los dedos,
decía el príncipe Hamlet, viendo
cómo cavaba una fosa y cantaba al mismo tiempo
un sepulturero.
No sabiendo los oficios los haremos con respeto.
Para enterrar a los muertos
como debemos
cualquiera sirve, cualquiera... menos un sepulturero.
Un día todos sabemos
hacer justicia. Tan bien como el rey hebreo
la hizo Sancho el escudero
y el villano Pedro Crespo.
Que no hagan callo las cosas
ni en el alma ni en el cuerpo.
Pasar por todo una vez,
una vez sólo y ligero,
ligero, siempre ligero.
Sensibles a todo viento
y bajo todos los cielos,
poetas, nunca cantemos
la vida de un mismo pueblo
ni la flor de un solo huerto.
Que sean todos los pueblos
y todos los huertos nuestros.
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