miércoles, 23 de noviembre de 2011

Maratón de Castilla-La Mancha 2011

Aquí va mi pequeña crónica del Maratón de Castilla-La Mancha, o Quixote Maratón, que se disputó el pasado 30 de octubre en Ciudad Real. Sí, ya lo sé, ya ha llovido, ha pasado un mes desde la carrera. Tantos que ya hasta siento las piernas. Pero es que últimamente estoy de lo más vago para esto de escribir, como bien sabéis los que de vez en cuando entráis en el blog.

Empecemos con el relato. Tocó madrugar ese día, el despertador sonó a las 6.15, queríamos estar sobre las 8.30 en Ciudad Real para recoger sin agobios el dorsal, calentar y estar listos para tomar la salida a las 9.30, la hora marcada por la organización. A las 7 ya estaba recogiendo a mi hermano, a quien metí en esta movida de correr sin demasiado sentido kilómetros y kilómetros. Beni, desde aquí de nuevo agradezco tu compañía y, sobre todo, el apoyo incondicional y generoso que siempre me das. Eres el mejor, brother. Y meto también en el apartado de agradecimientos a Eva, por los ratos que generosamente se ha quedado sola con las peques mientras yo salía a correr y por haberse ofrecido también a acompañarme a Ciudad Real. Muchas gracias, guapa.

Siguiendo con la crónica, decir que de camino a casa de mi hermano me tocó pasar un control, pero no antidoping, sino de alcoholemia, la Guardia Civil me invitó amablemente a soplar. 0.0, lógicamente, el día que vas a correr un maratón no es el día más indicado para ir 'mamao' o con restos de alguna juerga nocturna.


En algo menos de hora y media llegamos a Ciudad Real y localizamos sin problema el Estadio Juan Carlos I, salida y llegada de la carrera. Enseguida identificamos a los que iban a ganar: un grupo de 6 ó 7 atletas africanos delgadísimos, con cara de no haber comido un cocido en su vida, y con chandals y zapatillas resplandecientes. Estaban recogiendo sus dorsales y de paso volviendo loco al encargado de repartirlos, que las pasaba canutas para encontrar sus nombres en el listado de inscritos. Fue el único momento en el que estuvimos cerca de estos atletas con mayúsculas, porque en la carrera, como podréis imaginar, ni de lejos.

En la salida pudimos ver a un par de personajes peculiares. El primero es un veterano corredor popular conocido como “el Sombrilla”, llamado así porque corre con una sombrilla en la cabeza. El tío, mientras corre, y sin perder la sonrisa, va tirando fotos con su cámara para luego colgarlas, junto con la crónica de la carrera, en su blog kmsxhacer. ¡Menudo crack!

Y el segundo es otro personaje aún más 'flipao', dicho con todo el respeto del mundo, Ricardo Abad, que tiene previsto correr la friolera de 500 maratones en 500 días. Y pasando además por todas las provincias españolas. Vamos, que el tío se casca una maratón diaria, haga frío o calor, con o sin ganas, sano o enfermo. La de Ciudad Real fue su maratón 395, ahora ya va por 418. Podéis ver su web aquí. (Esta foto es del día que hizo su 366 maratón y entró en el libro Guiness de los records, Abad es el del centro que va de amarillo y negro).


El circuito de la maratón constaba de dos vueltas a un circuito que recorría Ciudad Real y la vecina localidad de Miguelturra. Prácticamente llano, bien señalizado, pero con poca animación y bastante aburrido. Había zonas en las que se iba por el arcén de una autovía y otras que transcurrían por un polígono industrial desangelado. Desde luego buen lugar para experimentar la famosa “soledad del corredor de fondo”. De hecho hubo tramos donde no veía ningún corredor ni por delante ni por detrás.

La excepción a esa escasa animación fueron los dos pasos por Miguelturra, donde la gente sí salió a la calle a animar. Hasta se organizan las distintas asociaciones del municipio para distribuirse por todo el pueblo, de tal manera que en una calle está la Asociación de Amas de Casa, en otra la Hermandad del Cristo, en otra la Asociación de Jubilados, etc. Y en otra calle anima la Peña del Real Madrid, con el himno del Madrid a tope, por cierto, lo mejor para que uno del Atleti como yo acelere para salir de allí lo antes posible, creo que fue el momento en que más rápido fui de toda la maratón. Fue bastante 'chanante' el paso por este pueblo, la verdad. Incluso al pasar por la plaza del ayuntamiento había un “speaker” que decía tu nombre por megafonía, un puntazo.

Sobre mi carrera, creo que la podría calificar de normal, tuvo todos los ingredientes típicos de una maratón al uso: mucho esfuerzo, algo de sufrimiento, dolores varios y pequeñas dosis de temor: a no llevar el ritmo conveniente, a que me dé el tío del mazo, a que algún dolor me impida continuar, etc.

Debo decir que, para lo que son este tipo de carreras, no sufrí demasiado y que además siempre tuve la extraña certeza de que llegaría a la meta. En ningún momento se me pasó por la cabeza abandonar, ni tan siquiera tuve la tentación de pararme y caminar un rato, como hicieron algunos corredores. Y eso que a partir del kilómetro 30, cuando empezaron a cargarse las piernas y a aparecer pequeños calambres, mi ritmo fue decayendo de forma notable y uniforme. Creo que, modestia aparte, mentalmente pasé la prueba con nota.

Y físicamente, para el entrenamiento justito que llevaba (3 meses haciendo una media de 40 kilómetros por semana, en 3-4 salidas), creo que se puede decir que aprobé. Terminé, que era de lo que se trataba, y en un tiempo más o menos decente, aunque algo más lento de lo que esperaba. El tiempo final fue de 4:05:48, a 5'50 el kilómetro. Empezamos con un ritmo de 5’30 que mantuvimos sin problema hasta el kilómetro 18, cuando Beni notó el cansancio y tuvimos que bajar un poco el ritmo. Yo a ese ritmo tragaba kilómetros sin problemas, iba muy cómodo, la verdad. Al final la media la pasamos en 1:58, más o menos según lo previsto (mi idea era hacer entre 1:55 y 2:00).

Al pasar por el 21 y finalizar Beni su media (gran mérito el suyo, por cierto, fue capaz de terminar en menos de dos horas llevando un entrenamiento muy corto) aceleré un poquito el ritmo, pero la alegría me duró poco, 4 ó 5 kilómetros quizá, enseguida volví a los ritmos de 5'40, en los cuales me seguía notando cómodo. Hasta el avituallamiento del km 30, donde llegué ya más tocado y paré a reponer fuerzas: un par de vasitos de Aquarius, una botellita de agua y varios trozos de plátano. No faltó más que sentarme y tomar una birra. Pero, me lo pedía el cuerpo, así como en los avituallamientos anteriores sólo había tomado un poco de agua y Aquarius – y porque es lo que recomiendan los que saben de esto, no porque me apeteciera- en este tuve una necesidad imperiosa de ingerir alimento líquido y sólido.

Y a partir de ahí, la parte dura. El ritmo que se ralentiza, los kilómetros que se alargan, las piernas que se cargan y la cabeza que empieza a echar cuentas y hacer cálculos sobre la hora larga que te queda para llegar a meta. Y la forma de correr, que hasta ese momento era más o menos ortodoxa, empieza a derivar en otra cosa, que no sé si se puede llamar correr. Es más un trotecillo 'oxidao', tu flexibilidad mengua y ya casi ni flexionas las piernas, ni subes las rodillas. Pareces tu madre corriendo para coger el autobús o Fernando Romay en un contraataque.

Aún así, y aunque no lo parezca por lo que acabo de decir, iba bastante bien. Bien, dentro de lo que cabe, como contestaba mi abuela Rosa con más de 80 años cuando alguien la preguntaba cómo estaba. Y me llamó la atención que aún marchando así de 'regulero' adelantaba a bastante gente (algunos iban caminando ya) y apenas si me adelantaron un par de corredores.

A estas alturas uno de los ciclistas que colaboraba con la organización decidió ponerse a mi altura y acompañarme hasta la meta, dándome ánimos y ofreciéndome avituallamiento líquido cuando se lo solicitaba. Esto me hizo pensar que debía llevar muy mala cara, porque me extrañó que me eligiera a mí, habiendo otros corredores que iban peor –o eso pensaba yo-. Pero en fin, no me vino nada mal y desde aquí agradezco a esa persona su compañía y sus ánimos. Se las di en persona al llegar a meta y se las vuelvo a dar desde aquí.

Pese a las dificultades que os he contado, los kilómetros iban cayendo y así conseguí llegar a las cercanías del estadio, donde Beni me esperaba y me dio los últimos ánimos, que me vinieron de lujo, para hacer el último kilómetro, del 41 al 42, que fue con diferencia el que se me hizo más largo, ¡no pasaba nunca! Y los últimos metros, ya dentro del estadio, por la pista de atletismo, ‘disfrutando’ del momento, de la culminación de esos 42 kilómetros, de esas más de 4 horas corriendo. Y una sensación al terminar: mereció la pena. Y otra de regalo: que bien saben las cervecitas de después.

Y sobre la pregunta, ¿habrá otros maratones? Pues sí me gustaría, pero ya veremos. Un maratón exige bastante tiempo -y no ando precisamente sobrado- y aparte 'machaca' mucho, mis rodillas han acabado tocadas, ahora cada vez que hago deporte tengo molestias. Ese peaje hay que tenerlo en cuenta. Pero, vamos, me da que con el tiempo acabaré repitiendo y, si sigo teniendo blog para entonces, a buen seguro os volveré a dar la brasa. Avisados estáis.

2 comentarios:

Beni dijo...

Gran experiencia, sí señor, qué satisfacción se siente al llegar, y eso lo digo yo que hice "solo"media maratón. Y qué orgulloso me sentí de mi hermano pequeño al verle llegar como un campeón después de cuatro horazas!

Manuel Robaina dijo...

Felicidades Quique terminar un maratón es una sensación increíble.

Has hecho la mejor definición que he leído sobre los últimos kilómetros de un maratón "correr como Romay en un contraataque", buenísimo.