jueves, 14 de octubre de 2010

Buen viaje, Señores

¡Vaya bajón! En el mismo día han muerto dos grandes personajes de mi niñez: Manuel Alexandre y Juan Carlos Arteche.

Yo en Alexandre veía, más que a un actor, a una persona normal, un tipo sencillo que perfectamente podía pasar por tu vecino del segundo, ese agradable abuelito que se sienta en un banco a echar de comer a las palomas cuando vuelve de comprar su media barra de pan o que cada tarde echa la partida con sus amigos en el bar de siempre.

Le recordaré sobre todo como "Don Matías", aquel entrañable profesor que interpretaba en una película que protagonizaba el grupo Parchís y que, si no me equivoco, fue la primera película que yo vi en el cine, junto a mi hermano y mis primos. Fue en un cine de Reina Victoria que luego convirtieron en un salón de bodas y que ahora mucho me temo que es una tienda de los chinos. Lo que mejor recuerdo de ese momento es que, cuando estábamos en la puerta del cine, nuestras madres dudaban si sacar o no la entrada porque un cartel debía decir algo así como "no recomendada para menores de 7 años". Y recuerdo nuestras protestas y sobre todo el razonamiento de mi primo Arturo, que decía "pondrá eso de no recomendada porque dirán alguna palabrota...ya ves, cómo si no las oyéramos en la calle…”. Ante tan contundente argumento mi madre y mi tía decidieron con buen criterio sacar las entradas, y nosotros lo celebraríamos con algún sonoro ¡bieeeeen! y con algún 'de puta madre' por lo bajini que venía a poner de manifiesto cuánta razón tenía mi primo. El caso es que vimos la peli, como supongo que harías tú si eres de mi generación, porque Parchís era el grupo infantil del momento y quien más quien menos cantaba sus canciones mientras soñaba con ser la ficha roja (los chicos) o la ficha amarilla (las chicas).

Y de Arteche, ¡uf, qué decir! Pues que formaba con Ruiz la pareja de centrales de mi Atleti en los años 80, cuando mi Atleti era mi Atleti, cuando me sabía el once titular mejor que las tablas de multiplicar (Mejías, Votava, Clemente, Arteche, Ruiz, Quique, Marina, Julio Prieto, Landáburu, Rubio y Da Silva*), cuando una victoria frente al Madrid significaba dar un berrido que oía hasta la Señora Concha, mi vecina de arriba que estaba sorda como una tapia, y una derrota irte a la cama con lágrimas en los ojos. Los años se han encargado de ir limando esos picos de euforia y de decepción y ahora la gráfica de mis emociones atléticas es algo más plana, por suerte para mi corazón de sufridor.

Volviendo a Arteche, para el que no le viera jugar, decir que era un central como marcaban los cánones de la época: duro, fuerte, leñero, muy bueno en el juego aéreo y bastante tarugo con el balón en los pies. Dice su excompañero Quique Setién, cántabro como él, que cuando se enfrentaban de niños ya sobresalía del resto por su ímpetu y por su físico imponente. “Debió nacer con 10 años, parecía el padre de todos” y añade, “la única patada seria que recuerdo de entonces me la dio él. La persona que me recogió al otro lado de la valla me dijo ¡muchacho, te ha pillado un tren!”.

Ahora por desgracia al que le ha pillado el tren ha sido a él. Y un tren muy puñetero, el jodido cáncer, que ya sabemos que en ocasiones puede hasta con los más fuertes.

Hay que ver como es la vida, el bueno de Alexandre, pequeño y débil en apariencia, se va con 92 primaveras a sus espaldas, y el gran Arteche, 'Artechenbauer', 'el Algarrobo', el chicarrón del norte, nos deja sólo con 53 años. Una enseñanza que no conviene perder de vista.

Termino con una frase típica y que no me gusta demasiado, pero es que no conozco otra mejor para estos casos: descansen en paz.

*En la foto aparece Hugo Sánchez, pero he preferido poner a "Polilla" Da Silva, al que recuerdo con más cariño que al mexicano por motivos que seguro que a ningún atletista se le escapan.

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