jueves, 7 de agosto de 2008

Los libros y la noche


Jorge Luis Borges de niño solía acompañar por las noches a su padre, profesor de psicología, a la Biblioteca Nacional y mientras su padre pedía algún libro de alguno de sus autores favoritos, él, demasiado tímido para pedir un libro, tomaba al azar algún volumen de la Enciclopedia Británica de los anaqueles laterales y leía. “Recuerdo una noche en que me vi recompensado porque leí tres artículos: sobre los druidas, sobre los drusos y sobre Dryden, un regalo de las letras dr. Otras noches fui menos afortunado”.

Curiosamente, bastantes años después, el Gobierno de la Revolución Libertadora le nombró director de esa misma Biblioteca. Él mismo dice que éste es el mayor honor de todos cuantos ha recibido en su vida.

Este hecho se produjo en 1.955 y coincidió con una dramática circunstancia “el momento patético en el que me di cuenta que ya había perdido mi vista, mi vista de lector y de escritor”. Y es que, aunque Borges aún era capaz de distinguir formas y colores, ya no era capaz de leer.

Así nos cuenta Borges lo que sintió en ese momento:

“Poco a poco fui comprendiendo la extraña ironía de los hechos. Yo siempre me había imaginado el Paraíso bajo la especie de una biblioteca. Otras personas piensan en un jardín, otras pueden pensar en un palacio. Ahí estaba yo. Era, de algún modo, el centro de novecientos mil volúmenes en diversos idiomas. Y comprobé que apenas podía descifrar las carátulas y los lomos. Entonces escribí el “Poema de los dones”, que empieza: “Nadie rebaje a lágrima o reproche esta declaración de la maestría de Dios, que con magnífica ironía, me dio a la vez los libros y la noche.” Esos dos dones que se contradicen: los muchos libros y la noche, la incapacidad de leerlos.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

im here because of few cents for you. just dropping by.

Anónimo dijo...

Has leído tu algo de Borges? No tienes nada, no? Yo tampoco, a ver si nos hacemos con algo, para ver qué tal está.
Qué podíamos leer, qué es lo mejor que tiene?
Ya me dirás, o a esperar qué nos recomiendan.