miércoles, 17 de octubre de 2012

La (improbable) victoria final de los idiotas

Esta semana nos hemos desayunado con una operación contra la mafia china en España en la que hay involucrados empresarios, políticos, funcionarios y hasta un actor porno. Esta historia me ha hecho recordar los increíbles relatos sobre Italia que cuenta Íñigo Domínguez, el corresponsal del Grupo Correo en Roma, en su blog http://www.elmundodecerca.com/dominguez/. Son historias tan sorprendentes que no parecen reales. Pero, por desgracia, lo son, y sirven para alumbrar más los entresijos y las cloacas de este mundo raro. Donde en un bando encontramos mafiosos en estrecha colaboración con un puñado de políticos y empresarios y en el otro el resto. Y ya sabéis quien pierde por norma. Os dejo un extracto de uno de los últimos artículos de Íñigo, donde cuenta las relaciones entre la mafia y las altas esferas del estado italiano:


En 2003 fue un escándalo un vídeo que, por primera vez, captaba la cita de un político y un ‘boss’ mafioso: el vicepresidente del Parlamento siciliano, Wladimiro Crisafulli, del DS, principal partido de izquierda, y el capo Raffaele Bevilacqua. Se besaron al verse y hablaron de contratos públicos. El caso fue archivado en 2004. No se pudo probar que la Mafia se beneficiara del dirigente, pero quedó clara su “inquietante” disponibilidad. Le colocaron de diputado en 2006. 

Es la llamada ‘zona gris’ creada en torno a la Mafia. Políticos y empresarios que compadrean con los capos en la línea de la legalidad, un delito dificíl de probar -el ‘concurso externo’ ideado por Falcone y Borsellino- y cada vez más erosionado. Por el lado mafioso hay una nueva generación de capos de aspecto respetable. Abogados, empresarios, con una doble vida, y el centro de negocios ya es Milán, una Mafia financiera asentada en el norte del país. 

Los médicos, por ejemplo, como enseña la historia de Cosa Nostra, siguen siendo un oficio con numerosos ‘uomini d’onore’. La Sanidad pública es la principal industria siciliana, con medio presupuesto regional pero un servicio tercermundista. Se ha llegado a convenios con 1.846 centros privados, más que todas las regiones de Italia juntas. En la prestigiosa clínica Villa Santa Teresa de Bagheria, bajo gestión mafiosa, la terapia contra el cáncer de próstata costaba a las arcas públicas 136.000 euros. Tras la intervención judicial, 8.000. 

Por sus relaciones con el dueño de la clínica, el presidente de Sicilia de 2001 a 2007, Totó Cuffaro (foto), médico democristiano, está en la cárcel. Giuseppe Guttadauro, cirujano jefe de un hospital de Palermo, era el capo de Brancaccio. Salió de la cárcel en 2000 y los Carabinieri le habían puesto micrófonos en casa. Comprobaron que volvió a lo suyo como si no nada. Por la mañana despachaba con peces gordos de política y obras públicas. Por la tarde recibía mafiosos y daba órdenes. Luego alguien le sopló que le espiaban. Fue Cuffaro. Su sucesor en el Gobierno de Sicilia, Raffaele Lombardo, médico, acaba de dimitir, imputado por afinidades mafiosas. 

Parece imposible cambiar la historia. Al final de su vida, el histórico ‘pentito’ Tommaso Buscetta, fallecido en 2000, estaba arrepentido de haberse arrepentido. En su día llegó a pensar que era posible derrotar a Cosa Nostra, pero cambió de idea: “La Mafia ha ganado. Me equivoqué de previsión, y conmigo Falcone, que ha perdido la vida. Qué error colosal. La Mafia ha asumido un papel mucho más grande. Se ha convertido en un hecho político”, concluyó. 

El reflejo más trágico de esa impotencia es la historia de Rita Atria, una chica de 17 años, hija de un capo asesinado, que empezó a colaborar con Paolo Borsellino en 1991. El juez la adoptó como una hija y se ocupó de su protección. Tras su muerte ella perdió toda esperanza y se arrojó de un séptimo piso. Su madre siempre la repudió por traidora y rompió su lápida a martillazos. Rita dejó una nota: “Ahora que ha muerto Borsellino nadie puede comprender el vacío que ha dejado en mi vida. El Estado mafioso vencerá y los pobres idiotas que combaten contra los molinos de viento serán asesinados”. Veinte años después de la muerte de Falcone y Borsellino seguimos como el primer día, confiando en la victoria final de los idiotas.

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