Hace unos días se despidió Fran, compañero de trabajo en la Junta, que dejó su puesto en Toledo para irse a su ciudad natal, Albacete, para así poder estar con Elena, su mujer, y con el pequeño Alberto, que nació hace tan solo un par de semanas.
Han sido tres bajas importantes, porque a los tres les apreciaba mucho. La verdad que se les echa de menos, pero como sé que les va muy bien y que era su deseo irse sólo me queda alegrarme por ellos.
Cuando se fue Fran organizó una comida de despedida y decidimos comprarle un regalillo entre unos compañeros. Le compramos un libro sobre cine, que es una de sus pasiones. Las artífices del regalo fueron Maite y Carmen, y el ideólogo, al que se le ocurrió qué comprarle, Álvaro.
Yo la verdad que había propuesto otro regalo, contratar una stripper para que amenizara la comida de despedida. No me digáis que no es un regalo original. Y a buen seguro le hubiera gustado por lo menos tanto como el libro.
Hombre, lo del libro tuvo su parte buena, porque al final de la comida nos pidió que se lo dedicáramos y todos pudimos ponerle unas palabras cariñosas que siempre tendrá ahí de recuerdo. Que no digo yo que en la stripper no pudiéramos haberlo hecho igual, pero quizá la letra hubiera salido algo más irregular.
Y que luego nos habría salido por un pico, porque estas señoras tengo entendido que cobran por horas, y con la subida de los tipos de interés y la inflación tampoco están nuestras economías muy boyantes.
Además, yo creo que tener una stripper en casa acabará cansando, ¿no? Al principio muy bien, pero luego con la convivencia empezaran a surgir los típicos roces, del tipo “perdona, Vane, ¿te importaría tener un poquito de cuidado cuando arrojes tu tanga? Ha caído justo en mi plato de sopa” o “Vane, ¿por qué no vas a contonearte a otro sitio, que estoy intentando ver el partido y tu culete me impide ver la pantalla?”.
Así que mejor el libro, seguro. Vamos, digo yo. ¿O no?
2 comentarios:
No comprendo por qué los compañeros no apoyaron tu propuesta de regalo de despedida.
El libro no está mal, pero la otra opción era un obsequio para todos.
Un abrazo.
Hombre, ya ves, vas a comparar a la Vane con un libraco de cine. No hay color.
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